Una noción bastante aceptada del concepto de justicia es la de “dar a cada uno lo suyo” y se supone que los servicios jurídicos son los que se orientan a conseguir que eso sea así. Otra cosa es lo que cada uno de nosotros pensemos sobre qué es “lo suyo” y cómo podemos amoldar ese concepto a los intereses de nuestros clientes.

Partiendo de esa base los servicios jurídicos tienen como mínimo dos planteamientos básicos:

1.-“Lo suyo” es lo que el cliente piensa que es.

2.- “Lo suyo” es lo que la ley establece con mayor o menor claridad que es.

Si tomamos como principio fundamental que lo Justo es algo “universal”, “natural”, tendremos que posicionarnos en ese “universo” en el que se entiende como Justo y Ley Natural algo concreto (pues es un hecho que ese concepto no es siempre coincidente en todas las comunidades). Si por el contrario entendemos como Justo aquello que una comunidad concreta estable que es justo en un momento determinado, también deberemos integrarnos en ese hábitat para poder facilitar unos servicios jurídicos adecuados.

¿Qué pasa entonces cuando la firma jurídica defiende en unas ocasiones a los bancos y en otras a los clientes de los mismos, a las empresas en unas ocasiones y a sus trabajadores en otras, o a los deudores en unos casos y en otras a los acreedores?. Pues pasa que en esto del Derecho hay mas grises que blancos y negros, pasa que un juzgado puede tener un criterio concreto sobre un aspecto y el juzgado de enfrente uno diferente. Pasa que hay que conjugar lo que la ley establece y el interés del cliente y hay que hacerlo con brillantez, intentando obtener la mayor satisfacción posible, de la mano de una filosofía de honestidad, ética y razonabilidad.

No es infrecuente que cuando a un cliente le asesoras en un sentido que no coincide del todo con lo que ese cliente entiende que “es lo suyo” busque otro despacho que sí le diga todo lo que quiere oir. Nos ha pasado. Tampoco es infrecuente que cuando ese cliente se ha topado con la realidad se acuerde con cierta nostalgia de aquellos que le explicamos que sus pretensiones debían ser matizadas (También nos ha pasado).

La justicia para que sea justicia debe llegar pronto, debe desplegar sus efectos y debe fundamentarse en unos pilares razonables, inteligibles y que puedan ser sentidos como satisfactorios por todos. Cuando la justicia es más formal que material, cuando nos constriñe de modo que prevalece lo burocrático sobre lo dinámico resulta muy difícil trasladarla al cliente, que al final del asunto se sentirá decepcionado, lo que conlleva un descreimiento sobre el aparato de la justicia que repercute muy negativamente en los valores de una sociedad, que se sostiene sobre fundamentos de Justicia y Derecho.

Independientemente de lo que cada uno de nosotros pensemos que es justo, desde las firmas jurídicas, desde donde prestamos servicios jurídicos, tenemos esa difícil tarea de poner al alcance de nuestros clientes una información idónea sobre la viabilidad de su pretensión, sobre cómo va a ser el camino a recorrer y hacérselo fácil y cómodo, pero siempre por los cauces de lo factible, de lo legal y de lo ético, que finalmente será lo que deje mejor “sabor de boca” y esa sensación satisfactoria de haber hecho lo correcto.

En un sistema judicial como el nuestro, con recursos insuficientes, con leyes mejorables y en constante evolución, los que prestamos servicios jurídicos debemos trabajar en la definición de lo que es justo, como parte primordial de nuestro trabajo y en poner a disposición de nuestros clientes los mejores medios para conseguir que lo justo sea justo y satisfactorio. Eso lo tenemos presente en cada momento y constituye una de nuestras premisas, pues nos ponemos “en los zapatos” de nuestros clientes y lo que corresponde a una firma jurídica es precisamente, poner lo “justo” al servicio de los mismos y será al juzgador a quien le corresponda hacer “justicia”, con mayor o menor acierto.

Otro día disertaremos sobre el concepto de justicia como tal…

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